¿Por dónde empezamos a erradicar la Covid-19?

El 8 de diciembre de 2020, fue vacunada en Inglaterra Margaret Keenan, la primera persona, fuera de los respectivos ensayos clínicos, en recibir la vacuna contra el nuevo coronavirus. Estas escenas fueron todo un evento, un suceso muy esperado después de prácticamente un año de pandemia, restricciones, consecuencias, y 1.5 millones de muertes en todo el mundo.

 
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Las compañías farmacéuticas Pfizer y BioNTech, que desarrollaron esta vacuna específicamente, sostienen que tiene una eficacia del 95 %. Esta y otras vacunas aún en proceso investigativo y experimental prometen ser la luz al final del túnel. Pero, de ser así, hay detrás todo un proceso que no ocurre de la noche a la mañana, una cadena de etapas desde la producción de las vacunas hasta la logística de distribución. Y mientras todas estas están en marcha, una en particular no puede faltar: la campaña de vacunación, sin interrumpir, la de prevención.

Aun cuando las personas quisieran vacunarse voluntariamente, ¿podrán hacerlo? Lamentablemente, las vacunas todavía no estarán disponibles en todas partes del mundo o en las cantidades requeridas, su producción a tan gran escala demandará muchísimos recursos de todo tipo, y tampoco es sorpresa que los países con mayor poder adquisitivo ya están comprando los primeros lotes. Dependeremos de instituciones reguladoras que decidan una distribución justa y oportuna para todos los países, comunidades y estratos sociales. Tampoco podemos olvidarnos de los grupos prioritarios, es decir, el orden en que cada país decida vacunar a sus propios ciudadanos.

Cuánto nos llevará erradicar esta enfermedad es todo un misterio, pero algo es seguro, no podemos bajar la guardia, y las campañas de salud son la clave para reducir ese tiempo cuanto sea posible.

Este año se conmemoraron 40 años desde la erradicación de la viruela, una enfermedad devastadora y altamente contagiosa, que solo en el siglo XX, hasta declararla formalmente eliminada, ya había cobrado más de 300 millones de vidas.  

El Manual para programas de erradicación de la viruela en zonas endémicas, 1969, de la OMS cita ‘…en la XI Asamblea Mundial, celebrada en 1958, se afirmó unánimemente la urgencia y la conveniencia de un programa mundial de erradicación de la viruela. A continuación, se intensificaron los programas de vacunación en muchos países en donde la viruela era endémica. Sin embargo, los progresos fueron lentos. Como se afirmó en el Informe del Director General a la Asamblea Mundial de la Salud, en 1965, la falta de fondos necesarios para gastos de personal, vacuna y suministros, o las fallas en el desarrollo de las campañas de vacunación o en el establecimiento de actividades adecuadas de vigilancia o mantenimiento de la vacunación constituyen las causas principales del fracaso de los distintos países en la ejecución de sus programas y de las dificultades que experimentan los que tratan de lograr la erradicación.’ 

También menciona ‘Si bien en cada Asamblea posterior a 1958 se continuó apoyando por unanimidad el concepto y la conveniencia de la erradicación mundial de la viruela, la XVIII Asamblea Mundial de la Salud, en 1965, hizo especial hincapié en el problema y declaró unánimemente que “la erradicación mundial de la viruela es uno de los objetivos principales de la Organización”’.

Finalmente, la 20a Asamblea Mundial de la Salud, en 1967, resolvió ‘encarecer a los gobiernos de los países donde los programas de erradicación avanzan con lentitud que adopten sin pérdida de tiempo medidas compatibles con las disponibilidades de recursos para superar las dificultades administrativas encontradas en la ejecución de las campañas y que den la mayor prioridad posible a la habilitación de los fondos, del personal y del material indispensables para llevar a cabo cuanto antes esas campañas’. 

En otra parte del mismo manual, el Dr. Frederiksen incluye, como parte de una estrategia de vacunación exitosa en Bolivia, la educación sanitaria e información del público al alcance de todos, y destaca ‘incluso de la población analfabeta’.

Según la OMS, los métodos y estrategias de erradicación de la viruela fueron los mismos en un plano general, pero sin duda alguna, adaptarlos a cada localidad siempre juega un papel muy importante. Para algunas regiones, los tiempos cambian, para otras, no cambian en lo absoluto. En algunos casos, los medios de comunicación también evolucionan, y si bien unos optan por sitios web, otros prefieren el arte callejero.

Por ejemplo, en Harare, Zimbabue, no hay mensaje más directo que los grafitis. Un grafiti puede ser tan controversial, como efectivo; un medio de expresión social eficaz y honesto. Arte en todo el sentido de la palabra a pesar del lugar muchas veces conflictivo donde se origina.

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Aunque la naturaleza del grafiti es provocativa, es verdad que también puede abrir las puertas al diálogo positivo y, con suerte, mover masas. Si con grafitis se motiva a la gente a proteger el medio ambiente o favorecer la integración social, ¿por qué no usarlos más para promover la salud?

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Estos demuestran apoyo, comunican un mensaje fiel a la comunidad, y logran la colaboración colectiva para un fin común, en este caso, frenar la pandemia.

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Esta enfermedad golpeó incluso más fuerte a los más desfavorecidos. La pobreza y la Covid-19 lamentablemente van de la mano.  Las estrategias de educación sanitaria deben ser diferentes; ya sean novedosas o tradicionales, deben ser las adecuadas.

En Brasil, uno de los países con más casos registrados de coronavirus, una táctica de concientización sanitaria moderna o tecnológica definitivamente no echaría raíces en las zonas más pobres, las favelas.

En Complexo da Maré, un grupo de 16 asentamientos informales, es decir, que carecen de infraestructura básica, provisión de agua potable, energía eléctrica, transporte, recolección de basura, etc., Gizele Martins, activista comunitaria, ayudó a la gente a prepararse para la llegada del coronavirus. Difundió información del Ministerio de Salud sobre el cuidado y riesgos de la manera más apropiada y efectiva para quienes viven en condiciones precarias. Ella, que nació y fue criada en Complexo da Maré, sabe que no todos tienen acceso a noticias o internet. Por lo tanto, optaron por lo que para muchos sería anticuado, usaron altavoces en los automóviles, pegaron volantes en iglesias, negocios y otros establecimientos, también recurrieron a los murales en las calles, hicieron pancartas y videos con los mensajes pertinentes, y lo más importante fue que todo el contenido fue pensado y hecho para la comunidad.

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Allí, como en tantos lugares, mantener el distanciamiento social es casi imposible, la sanitización es una odisea, pero algo sí abunda, la desinformación; sin embargo, abordaron el problema de la mejor manera posible, instando a la población a usar el sentido común y a colaborar con quienes no tienen acceso a la información:

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Es tan importante que los ministerios de salud y organizaciones de ayuda lleguen a estos lugares, dialoguen con la gente, entiendan sus circunstancias, y a partir de allí, propongan iniciativas preventivas realistas y efectivas.  Aunque sean útiles y rápidos, el internet y las redes sociales no son la única herramienta de comunicación y, en muchos casos, no son la solución. Para millones de personas, un ‘tuit’ nunca llega, un ‘me gusta’ no educa, y ‘compartir’ no salva vidas. Y entonces, ¿por dónde empezamos? muchas veces, debería ser por lo básico.

 

Alejandra Contreras, Lingüista de información de la salud

11 de diciembre de 2020, Guatemala

 

 

Fuentes:

 

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