COVID-19 y una sociedad dividida

Como todo, también esta crisis expone realidades distintas. Por un lado están aquellos que se aburren en casa, Netflix se traduce en su día normal, no les falta nada, y toman todo a la ligera. Por otro, aquellos que enfrentan y batallan con la enfermedad de cerca, ya sea en carne propia o por personas allegadas, y a partir de allí, parecen verlo todo a través de un lente diferente.

Hay quienes pueden trabajar desde casa. Pero hay quienes si no salen, no comen.

 
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Pero hay una intersección en todo esto, algo que hace que cada grupo piense y reaccione según su caso: la información de la que disponen y qué deciden acatar.  Ojo, que no toda la información disponible es correcta; en este sentido, muchas personas con mayor poder adquisitivo pero mal informadas resultan compartir el mismo nivel de ignorancia que alguien que no sabe nada de redes sociales o que no cuenta con televisión por cable -si es que llegara a tener energía eléctrica en su hogar-.

La crisis va a golpearnos a todos: empresas gigantes, empleados asalariados, negocios familiares y vendedores informales. Pero para entender la situación de los demás, debemos ponernos en su lugar. Solo así podremos entender por qué hacen lo que hacen. Por qué si el Gobierno dice que no salgamos de casa, cientos se aglomeran en las playas. Por qué si dicen que trabajemos en línea, mucha gente va y viene a diario. Por qué si los centros comerciales están cerrados, pensamos que estará bien tener una reunión familiar. Todo esto se resume a la información que cada uno tiene. 

Estos son algunos ejemplos de lo que hemos escuchado/leído/visto en contraste con lo que realmente pasa:

  • Solo es otra gripe; no pasa nada. >>> Es una enfermedad altamente infecciosa, y su grado de propagación e impacto, por ahora, dependen de nuestra responsabilidad social.

  • Si no tienes síntomas visibles, no puedes contagiar a otros. >>> Una razón por la cual se propaga con tanta facilidad es que los síntomas no aparecen inmediatamente, y en algunos casos, pasan desapercibidos.

  • Solo los ancianos están en riesgo. >>> Personas de todas las edades pueden no solo infectarse, sino enfermar de gravedad; según un reporte de la OMS, la mediana de los casos del estudio es de 51 años.

  • A los niños no les pasa nada.     >>> Según el mismo reporte, 2.4 % de los casos reportados eran menores de 18 años.  Aunque es un grupo menos vulnerable, los niños y bebés tampoco están exentos, y ya hay muertes reportadas.

  • Usar guantes es una manera eficaz para evitar el contagio. >>> De hecho, puede ser contraproducente; creemos estar protegidos, tocamos más superficies y objetos, y olvidamos que no debemos tocarnos la cara, el bolso, el teléfono móvil, etc.

  • El uso de mascarillas es inútil. >>> Cada país tiene sus propias indicaciones al respecto; al usarlas, debemos recordar que su capacidad tiene un límite, además, tenemos que evitar tocarnos la cara y reacomodarlas tanto. Si bien su uso no es completamente eficaz, sino otra medida complementaria, también puede funcionar como dispositivo semiótico, como un constante recordatorio de lo que está pasando y que la población se mantenga alerta y tome las debidas precauciones.  

  • No es necesario el aislamiento total si en casa todos están bien. >>> Es vital, ya que no sabes si has contraído el virus, o quién podría contagiarte en cualquier momento; lamentablemente, no todos tenemos acceso a las pruebas para detectar el virus -de ser así, el cuadro sería totalmente distinto.

  • Solo por medio de tos o estornudos, una persona contagia a otras. >>> Independientemente de que presentes síntomas o no, basta con hablar o espirar para contagiar a otras personas que estén cerca de ti.

  • Mejor contagiarnos todos de una vez y salir de esto. >>> Aunque solo la minoría de casos positivos necesitan hospitalización, ningún hospital tiene la capacidad, ni las condiciones, ni el personal sanitario que requeriría una afluencia de pacientes de tal magnitud.

El virus no se mueve solo; necesita de nosotros para esparcirse.  De allí la importancia del distanciamiento social. Pero cómo garantizar que este concepto esté claro para todos; cómo llegamos a todas las comunidades y rincones de un país, asegurándonos de que cumplan con las indicaciones del Gobierno y autoridades sanitarias; cómo hacer que la información correcta no solo llegue a todos, sino además sea fácil de comprender.  Hablamos de pandemia, aislamiento, pico de contagios, contención del virus, casos positivos, cordón sanitario, prevención, toque de queda, aplanar la curva... la lista es interminable, y los receptores del mensaje son todos distintos.

El ‘estilo del mensaje’, por así decirlo, dictará el nivel de comprensión, la dinámica de colaboración, y por ende, el grado de éxito que se obtenga por parte de los receptores. En sociolingüística, esto es parte del diseño de la audiencia (Audience Design). El formalismo y tecnicismo no siempre son la mejor opción. Si queremos alcanzar diferentes grupos, es preciso adaptar el mensaje correctamente. Su diseño es básicamente un predictor de las respuestas que vamos a obtener.

En tiempos de crisis, algo que no se comprende bien puede tener consecuencias graves. Y la falta de información, también. La información debe ser clara y abundante, incluso obvia o hasta absurda -para algunos-.

¿Cuántos anuncios, ilustraciones, videos, etc. has visto sobre cómo lavarnos las manos correctamente?  Mucha información es sobre prevención, qué hacer y qué no hacer para evitar el contagio, pero ¿podrías decir lo mismo sobre las precauciones y trato que debe haber con y hacia las personas ya contagiadas?

En Guatemala, a 32 días del primer caso de coronavirus en el país, el Gobierno autorizó el ingreso de un vuelo internacional que traía guatemaltecos deportados; las medidas tomadas para gestionar su arrivo y traslado fueron excelentes. A todos se les realizaría la prueba de hisopado para ver si portaban el virus. Aún en espera y dadas las altas horas de su llegada, estuvieron en el aeropuerto, bajo custodia, y tuvieron que pasar allí la noche, aislados, mientras preparaban un lugar más conveniente para resguardarlos. Cabe mencionar que desde el 17 de marzo, el ingreso de vuelos quedó completamente suspendido, por lo cual el aeropuerto estaba prácticamente vacío y esto no representaba ningún riesgo; al contrario, los tenían allí precisamente para proteger al resto de la población. A lo que algunos reaccionaron con enojo e indignación porque sus familiares estaban siendo retenidos, según ellos, como presos, privados de su libertad. Y por otro lado, ya que habían salido del aeropuerto, al trasladar a los pasajeros, cinco Consejos Comunitarios de Desarrollo (COCODE) se habían organizado para quemar el centro de recreación donde estarían refugiados.

No cabe duda que estaban actuando en base a información completamente equivocada, y reaccionaron con violencia movidos por el pánico. Está claro que en estas comunidades la información correcta brillaba por su ausencia.

Es cierto que todo ha pasado muy rápido, que no es posible anticiparnos a todo, y que se hace lo que se puede. Sin embargo, si antes y durante una crisis, como gotera constante, se dedicara más tiempo y recursos a la educación y publicidad sanitaria, si se pusiera más empeño y atención en la importancia que tiene la información como tal, podrían evitarse tantos problemas, tantos incidentes innecesarios y sin fundamento, habría más confianza en nuestras autoridades, y sería más fácil estar de acuerdo como nación, por el bien de todos.

Hay muchísima información, pero no toda es buena. Y no toda la información certera llega adaptada como debe ser a todos lados, tomando en cuenta las distintas edades, niveles educativos, idiomas, etnias, culturas, creencias, clases sociales, situaciones laborales, condiciones de salud y vivienda, entre otros. 

Y es que lavarse las manos con agua y jabón constantemente es un lujo que no todos tienen. Y exactamente lo mismo pasa con la información.

 

Alejandra Contreras, Lingüista de información de la salud

24 de abril de 2020, Guatemala

Fuentes:

 

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