Humanización de la salud

Con tecnología de punta, dispositivos médicos en constante actualización, pocas horas y nuevos descubrimientos, es fácil que los profesionales sanitarios pongan en jaque la relación con sus pacientes a cambio de innovación y eficacia. Se han olvidado de que el paciente no cambia.

 
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Si bien es cierto que los pacientes hoy en día están mejor (bien o mal) informados, y que ahora son proactivos y están empoderados, también es cierto que su humanidad como pacientes es invariable. No importa qué tan bien informado esté, cuántas decisiones haya tomado en cuanto a su tratamiento, o qué tan comprometido esté con su salud, al final, el paciente siempre termina cubriéndose con la frágil tela de la vulnerabilidad.

Y más allá de ser ‘sufriente’ o ‘sufrido’ como la palabra en latín ‘patiens’ lo indica, ningún paciente desea sentirse desprotegido, inseguro o indefenso. Todos, en algún punto de nuestra vida, terminamos en manos de médicos y dependemos de ellos hasta donde sea posible.

Claro que la tecnología es fundamental y ha jugado un papel indiscutible en la salud, pero también ha facilitado el hecho de que los pacientes sean vistos como ‘usuarios’ y ha promovido una desconexión cada vez más usual. Y entonces, ¿dónde está la línea? ¿en qué momento los pacientes dejan de recibir un trato digno?

Según el Dr. Chivato, coautor del libro La relación médico-paciente. Claves para un encuentro humanizado, son los pacientes mismos quienes reclaman una práctica más humanizada; y es que por práctica no debemos entender únicamente el buen diagnóstico y tratamiento de una enfermedad, sino también las habilidades y cualidades para abordar temas sensibles, como lo son las malas noticias, desde un diagnóstico positivo hasta resultados desesperanzadores, que comúnmente suelen comunicarse en una clínica fría, en todo el sentido de la palabra, o hasta en el pasillo de un hospital.

Lamentablemente las malas noticias están a la orden del día en un consultorio u hospital, y al médico no le queda más que aprender buenas prácticas de comunicación y empatía.

Acá presentamos una guía para ayudar a estos profesionales en tan difícil labor. EPICEE, una adaptación del modelo SPIKES -en inglés- es un protocolo que describe lineamientos que los médicos deben seguir para informar malas noticias de la mejor manera posible -si la hubiera-.

Este consiste en seis pasos:

E – entorno: en qué momento y dónde se debe hablar con el paciente y/o familia; idealmente, una sala privada, con silencio y aislada, donde puedan tomarse el tiempo necesario para asimilar la información recibida. Sin limitación de tiempo y sin interrupciones. Incluso la vestimenta del personal médico y la ambientación del lugar pueden jugar un rol muy importante en la manera en la que un niño, por ejemplo, reacciona a una mala noticia. Y no olvidemos que la compañía de un ser querido puede favorecer a la calma, por poca que esta sea.

P – percepción: indagar sobre la información que tiene el paciente sobre su enfermedad o condición. Qué le han dicho sobre lo que ha estado experimentando, o cómo y dónde se ha informado. El paciente y/o familia son escuchados; a partir de allí, el médico sabrá mejor qué dirección tomar y cómo abordar el tema, así como explicar correctamente cualquier malentendido o información errónea que identifique en esta etapa.

I – invitación: -por parte del paciente- debemos respetar los momentos de silencio, la actitud evasiva o negativa del paciente o su familia; no todos asimilan la información de la misma manera y no siempre desean escuchar más al respecto. El médico debe ser, ante todo, prudente, y saber reconocer si lo mejor es continuar en otro momento o si el paciente desea escuchar lo que el médico tenga que decir.

C – conocimiento: el médico debe dar la información paso a paso, de manera gradual, debe usar frases introductorias y preparatorias para que la mala noticia sea un poco menos abrupta; debe tener tacto y elegir bien sus palabras, debe usar términos sencillos para que no haya malinterpretaciones. No todos tienen el mismo nivel de conocimiento y entendimiento, por lo cual la información deber ser concreta y clara, y el médico debe asegurarse constantemente de que el paciente está entendiendo a medida que se le explica.

E – exploración de emociones: esta etapa puede ser la más difícil de abordar. Muchos pacientes pueden hasta dudar de las palabras del médico y negarse a aceptar la realidad, otros se muestran irritados y molestos, otros temerosos y profundamente tristes. Sea cual sea la reacción emocional, el médico debe dar un tiempo sensato para que el paciente se desahogue y exprese lo que siente, luego el médico debe ser empático y afectivo, y hacerle saber al paciente que comprende su reacción y que cuenta con su apoyo.

E – estrategia y conclusiones: el médico debe resumir la información brindada para aclarar cualquier duda y planificar apropiadamente los pasos a seguir. Antes de presentar las opciones de tratamiento o establecer lo que se hará o lo que ha de esperarse, el médico debe asegurarse de que el momento sea el adecuado para el paciente y/o familia, ya que muchas veces tomar estas decisiones o escuchar las únicas alternativas resulta muy abrumador.

El protocolo EPICEE fue desarrollado pensando en pacientes oncológicos; sin embargo, es un método eficaz para médicos y profesionales en contacto directo con pacientes de cualquier área. Se enfoca en el paciente y su familia, y sin duda alguna es mucho más que un acrónimo. Es una herramienta clave que le permite al médico involucrarse más humanamente con sus pacientes y adaptar cualquier información según cada caso y sus circunstancias.

 

Por Alejandra Contreras, Lingüista de información de la salud

8 de septiembre de 2019, Guatemala

 

Fuentes:

 

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